Cabalgar a lomos de un olifantge era una experiencia nueva para los héroes. Casi les recordaba a navegar. Com cada pesado paso de su montura, se balanceaban de un lado a otro como si estuvieran en la cubierta de un barco, y las dunas que tenían a sus pies ondulaban en el horizonte como las olas del mar. Sobre sus cabezas, las estrellas brillaban con fuerza, y la blanca luz de la luna iluminaba el desierto que les rodeaba.

Viajaban sobre todo de noche, y descansaban de día para evitar el calor. Los asombraba lo dóciles que eran estas criaturas gigantes después de que Kahliel y sus hombres le pusieran un arnés cada una. El mûmak respondía a todas las órdenes del jinete. Era tan sencillo que Kahliel insistía a los héroes para que lo probaram. Sus intentos proporcionaron no poca diversión a los hombres de Kahliel, pero tras un rato, los héroes estaban dirigiendo los olifantes con aplomo.